Los usuarios chatean con ellas y les hacen todo tipo de peticiones. Se trata de una forma de consumir sexo online que ha aumentado vertiginosamente con las restricciones de movilidad derivadas de la pandemia. Un negocio opaco que ha facilitado la reinvención de los proxenetas, que han traspasado las fronteras digitales, como cuentan el inspector de policía experto en trata y cibercooperante Pablo J. Conellie y la activista Mabel Lozano en su libro PornoXplotación. Activistas y asociaciones llevan tiempo denunciando estas nuevas formas de explotación. Pero la pandemia lo ha acelerado todo.